domingo, 11 de noviembre de 2012

PERSONAS METEOROSENSIBLES

Todos tenemos en la familia o conocidos que nos dicen : me duelen los huesos , va a cambiar el tiempo : de eso  justamente trata esta entrada, de cómo hay personas que son meteorosensibles, es decir sensibles a los cambios de temperatura y presión atmosférica
Se la debemos a Patricia Gutierrez que incluso nos comenta que después de una lesión muscular mal curada , también le afectan los cambios de tiempo



En la antigüedad, los egipcios, griegos, romanos y árabes dedicaron largas horas a estudiar lo que sucedía cuando cambiaba bruscamente el tiempo. Y observaron que el frío y el calor, el viento y la humedad, la niebla y las tormentas repercutían en la salud física y en el estado anímico de las personas. Desde entonces, multitud de investigaciones médicas han confirmado que cada vez que cambia el tiempo de golpe aparecen o se agravan diversas patologías, desde cefaleas hasta depresiones, pasando por el asma, el acné, la ansiedad o la fatiga.

Esta situación es frecuente en personas que sufren migraña, tienen cicatrices, se han fracturado en algún momento de su vida un hueso, padecen problemas vasculares, reuma o insomnio. De este modo, cada vez que se altera alguna variable atmosférica, el cuerpo intenta compensarla y adaptarse. Sin embargo, a veces no es suficiente, lo que explica que cuando, por ejemplo, cambia la presión atmosférica se desencadenen infartos, migrañas, dolores articulares e incluso ataques de pánico que remiten, muchas veces, sólo cuando comienza a llover.
 
El 30% de la población  es meteorosensible, es decir, que es capaz de pronosticar que un luminoso día puede tornarse en lluvioso en cuestión de horas, bien sea por un dolor repentino de huesos o por una sensibilidad diferente en una cicatriz. Sobre estas personas con meteoropatías, revistas científicas del lustre de The Lancet, Nature o International Journal of Biometeorology han publicado artículos trascendentes que vienen a confirmar que este tipo de percepciones tiene base científica.
En una de estas investigaciones, Javier López del Val, responsable de la unidad de trastornos del movimiento del servicio de neurología del hospital clínico universitario Lozano Blesa de Zaragoza, observó que había jornadas en las que ingresaban trece o catorce personas en su unidad y otras en las que, en cambio, no había nadie.
Sorprendido por esta circunstancia, decidió apuntar el día y la hora en que ingresaron los 750 pacientes que fueron atendidos durante un año en el servicio de urgencias de ese hospital, investigando todo tipo de correlaciones en busca de un posible patrón. Eso le llevó a solicitar al Servicio Meteorológico Provincial de Zaragoza datos de la máxima y mínima presión atmosférica, temperatura y humedad de cada uno de los días de ese año.
 “La conclusión es que hay un 30% de la población que barrunta a través de su cuerpo cambios atmosféricos”, explica este neurólogo

A raíz de ello, Javier López del Val decidió dedicar su tesis doctoral al barrunto, una palabra de uso frecuente en Aragón y que la Real Academia Española define como “prever, conjeturar o presentir por alguna señal o indicio” el tiempo que hará. “El barrunto atmosférico –revela este neurólogo– tiene una explicación científica. En el aire, en la atmósfera, hay una serie de partículas. A las que tienen carga negativa se les atribuye un efecto protector y a las de carga positiva, un efecto negativo. Estas partículas van a la velocidad de la luz y preceden, en algunas horas o días, la llegada de un nuevo frente atmosférico. Así, cuando nosotros vemos en el mapa de España que se aproxima un frente, esas partículas llevan 24 horas de adelanto. Por eso, cuando se anuncia que va a entrar un nuevo frente por el norte, muchos ya han percibido la llegada de esas partículas y barruntado ese cambio atmosférico”, pone de ejemplo.
La regla de oro es la siguiente: cuanto más bruscamente cambia el tiempo, más posibilidad hay de que se altere el sistema nervioso y vascular”, muy especialmente, precisa López del Val, en personas mayores “cuyas arterias han perdido –apunta– la elasticidad juvenil, lo que provoca que los vasos se cierren”, en niños de corta edad o en individuos que sufren ansiedad o patologías relacionadas con la actividad vascular, como por ejemplo, diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia o insuficiencia renal.



Bruscos cambios de temperatura, una súbita baja de la presión atmosférica pueden ser particularmente nefastos a los cardíacos. Según algunos especialistas, el 80 % de los accidentes cardiovasculares se producen cuando hay una brusca variación de la presión atmosférica. Los cardíacos deben poner cuidado, por ejemplo, en las nubarradas de marzo o en el equinoccio de otoño.
Los infartos son más frecuentes al final de otoño, cuando la presión atmosférica es baja y la humedad inferior al 60 %. En cambio, son menos frecuentes en tiempo cálido, seco y estable.

El asma y el reumatismo son así mismo trastornos particularmente meteorosensibles. En los casos de asma, las perturbaciones meteorológicas repentinas favorecen las crisis: olas de aire frío, caída brutal de la presión atmosférica, aumento de la humedad del aire, determinados vientos, son otros tantos factores desencadenantes. En cuanto al reumatismo son pocos, entre quienes lo padecen, que no noten en sus carnes, mucho antes de que se produzcan, los cambios de tiempo, ya sea trayendo frío, humedad o viento. Hay que tener en cuenta que un descenso en la presión atmosférica aumenta la cantidad de agua en los tejidos humanos, los cuales tienden entonces a hincharse, lo que puede ocasionar dolor.

Los estudios realizados han demostrado que el ser humano busca conseguir un estado de confort climático, caracterizado por unas temperaturas de 20-25ºC, una humedad de 40 a 70%, una velocidad del aire de 0,15 a 0,25 m/s, una presión de 1.013,2 mb, baja contaminación y predominio de iones negativos en la atmófera. Y fuera de estos baremos se da el estrés meteorólogico, que pone a prueba los mecanismos de adaptación de cada uno. Y así, por ejemplo, los ancianos y aquellas personas que tengan su sistema inmunitario más debilitado, son más propensas a advertir esos cambios.

 Y ya que los efectos del clima sobre la salud humana son predecibles, algunos paises incluso están ya trabajando en la puesta en marcha de sistemas de alerta temprana adoptando planes de acción y medidas profilácticas de respuesta. Alemania, por ejemplo, dispone de mapas que advierten de cómo los cambios atmosféricos pueden afectar a la salud de sus ciudadanos y Suiza ha desarrollado un boletín telefónico en el que, además de notificar el grado de contenido de polen en el aire o el grado de intensidad de los rayos ultravioleta, también avisa del riesgo de jaquecas.

3 comentarios:

  1. Buenas tardes. Me he quedado muy sorprendida al leer este artículo y poder comprobar que todo lo que aquí se cuenta sucede en mí. Padezco migrañas desde hace 22 años y observando mi cuerpo crisis tras crisis llegué a la conclusión hace tiempo que hay cambios meteorológicos que mi cuerpo barrunta (yo también soy de Zaragoza) mucho antes de que lleguen a la ciudad. Me ha tranquilizado mucho confirmar que mis sospechas tienen base científica pero ahora me encantaría que pudieran descubrir como combatirlo, como enseñar a mi cuerpo a adaptarse a estos cambios sin tanto sufrimiento. Mi peor época del año sin duda es el otoño. Muchas gracias Dr. López del Val!

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  2. Estudios recientes llevados a cabo en el Reino Unido muestran que por cada grado que cae la temperatura por debajo de los 18ºC las muertes aumentan en cerca de un 1,5%. Y no sólo debido a resfriados o gripes. Con el frío aumentan también los infartos y derrames cerebrales. Las personas más vulnerables a estos cambios suelen ser los ancianos y los sujetos con sistemas inmunes comprometidos.

    Este fenómeno se debe a que cuando el cuerpo se expone a temperaturas muy bajas pierde más calor del que es capaz de generar, y los vasos sanguíneos de la piel se contraen para conservar la temperatura corporal. La composición de la sangre también cambia con el frío. Así, el corazón tiene que trabajar con más fuerza para bombear la sangre a través de los vasos contraídos, a la vez que los cambios en la concentración sanguínea aumentan el riesgo de coágulos y de los problemas que provocan.

    En cuanto a los resfriados y otras infecciones, el aire frío afecta el modo en que el tracto respiratorio nos protege de enfermedades, ya que produce una mucosidad más densa que es menos efectiva para deshacerse de los patógenos intrusos, como los virus.

    Por si fuera poco, también hay evidencias que sugieren que virus como el de la gripe se vuelven más agresivos cuando hace frío. Los científicos han descubierto que en temperaturas bajas el virus desarrolla una capa dura y flexible, una especie de recubrimiento robusto que incluso es resistente a los detergentes. Una vez que el virus entra al tracto respiratorio esta capa protectora se derrite para poder infectar con facilidad a su nuevo huésped.

    Los expertos recomiendan que en estos días es clave mantener la temperatura de nuestros hogares en entre 18ºC y 21ºC. Si pasamos más de dos horas a 12ºC esto provocará un aumento en la presión arterial, lo cual a su vez incrementa el riesgo de un infarto o derrame cerebral.


    Investigadores estadounidenses de la Universidad de Southern California (EE UU) han conseguido eliminar la sensibilidad al frío en ratones extirpándoles un tipo concreto de neuronas. Los roedores conservaron, sin embargo, la sensación de calor y el tacto, de acuerdo con el trabajo que publica la revista Journal of Neuroscience en su última edición.

    En trabajos previos se había observado que una proteína de las células nerviosas llamada TRPM8, que funciona como canal iónico, era la responsable de la sensación de frío. Esta proteína, que se expresa en neuronas sensoriales, se activa con las bajas temperaturas y con agentes químicos refrescantes, como el mentol, y genera la respuesta correspondiente, según se hace eco la agencia SINC.

    En este nuevo estudio los investigadores consiguieron aislar y desactivar, en ratones, las neuronas en las que se expresa la proteína TRPM8. A continuación utilizaron un grupo control de roedores normales y otro de animales con las neuronas TRPM8 desactivadas y los colocaron en una superficie con diferentes temperaturas, entre 0 ºC y 50 ºC, por la que podían desplazarse libremente. Mientras que los ratones del grupo control tendían a mantenerse en las zonas de temperatura templada, alrededor de los 30 ºC, aquellos a los que se les habían inutilizado las neuronas TRPM8 solo evitaban las regiones más calientes. Según los autores, este hecho indica que los animales sin esas células nerviosas no pueden sentir el frío, pero sí el calor.

    Este hallazgo podría tener aplicaciones indirectas en el tratamiento del dolor, si fuese posible actuar de una manera similar para desactivar de manera específica las neuronas implicadas en el proceso doloroso sin alterar el resto de sensaciones.

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  3. El título del artículo da a confusión, precisamente tratándose de un artículo científico. El meteorismo es una dolencia relacionada con los gases intestinales como podrán comprobar en cualquier enlace relacionado con él, pongo por ejemplo este: http://www.igerontologico.com/salud/digestivo-salud/meteorismo-6427.htm. Creo que vuestro artículo está publicado en una época de barruntar el cambio estacional, muy oportuno en estos días. Pero por favor, cuiden las expresiones, pues se podía haber puesto cualquier otra palabra que no llevara a confusión como título del artículo y hacer que lo lean personas que creen que van a encontrar en el una nueva panacea para sus dolencias con los gases intestinales, hoy en día muy sufridos por las personas con intolerancias alimenticias, por ejemplo los intolerantes a la lactosa sin ir más lejos. No inventemos palabras antes de mirar si tienen otra semántica, significado de esa palabra. Saludos

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